Las
calles de Barcelona
me
miran y sonríen,
al
verte tan feliz,
cómplices
bajo estos pies forasteros,
me
alejan de la ciudad,
pequeño
cosmos de ladrillo y asfalto,
y
me adentro en las montañas.
Miro
al frente
y
solo veo montañas,
que
observan con aire imponente
a
todo aquel que se aproxima,
juegan
con el tiempo
y
delimitan nuestro espacio,
testigos
de historias inacabadas,
¿cómo
explicar con palabras?
Hagamos
que perdure
y
se quede en las montañas,
nos
guardan el secreto
de
aquello que no queremos olvidar.
Llega
a la cima,
libertad
merecida,
en
silencio vacío
de
montaña dormida,
allí
arriba encontrarás la respuesta,
que
no es triste el camino
si
nos gusta lo que vemos al final.
Déjala
que te hable,
déjala
que te diga,
que
ya no tengo miedo
de
lo que depare la vida.
Publicado en el blog de Maclein y Parker
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