Saturday 11 February 2017

Amanece en el Montjuïc

Las calles de Barcelona
me miran y sonríen,
al verte tan feliz,
cómplices bajo estos pies forasteros,
me alejan de la ciudad,
pequeño cosmos de ladrillo y asfalto,
y me adentro en las montañas.
Miro al frente
y solo veo montañas,
que observan con aire imponente
a todo aquel que se aproxima,
juegan con el tiempo
y delimitan nuestro espacio,
testigos de historias inacabadas,
¿cómo explicar con palabras?
Hagamos que perdure
y se quede en las montañas,
nos guardan el secreto
de aquello que no queremos olvidar.
Llega a la cima,
libertad merecida,
en silencio vacío
de montaña dormida,
allí arriba encontrarás la respuesta,
que no es triste el camino
si nos gusta lo que vemos al final.
Déjala que te hable,
déjala que te diga,
que ya no tengo miedo

de lo que depare la vida.

Publicado en el blog de Maclein y Parker

Orquídea salvaje

Con la delicada perfección de tus atributos,
te abres paso entre la maleza,
oscilas exótica cual orquídea,
cautivando a tu paso a quien te observa.
Miras cabizbaja, pero altiva,
confundiendo a tus espectadores,
símbolo de su nación muchos te han nombrado,
eres presente digno de reyes y reinas,
y aroma que alivia marchitos corazones.
Creada bilateralmente simétrica,
de naturaleza salvaje
y elegante apariencia,
valiente el que intente apaciguarte,
pues eres imposible de desarmar,
gracias a tu perenne existencia,

por el viento, la lluvia o el mar.

Publicado en el blog de Maclein y Parker

Al otro lado

El General Brento era uno de los hombres más influyentes y poderosos de toda la costa este. Era un país que había disfrutado de una gran riqueza en el pasado, gracias a sus fuentes petrolíferas, de las que se apoderaron unos pocos líderes políticos, que a su vez tuvieron que hacer frente a invasiones extranjeras que perseguían el mismo propósito. Brento tenía bajo su cargo a un ejército militar que obedecía sus órdenes, al mismo tiempo que disponía de contactos en una amplia red mafiosa y de traficantes. El país se sumía en la pobreza y su gente sacrificaba la vida por cruzar el mar ilegalmente hasta el otro continente, a más de mil kilómetros de distancia. Al clima desértico se sumaban la escasez recursos, y un dictador que reprimía cada vez más a su pueblo.

Era el mismo Brento el que, a espaldas del dictador,  decidía quién cruzaba al otro lado y quién no. Recibía sobornos en forma de dinero, drogas, mujeres y otros servicios más indecorosos de los interesados en llegar al otro lado,  y que iba incluyendo en una lista. La lista la comprendían aquellas personas que él consideraba que más ganancias le habían aportado. La llamaban “la lista nakhee”, que en lengua aborigen significa “los que se van a ir”. Cada cierto tiempo, uno de los hombres del General se encargaba de  informar a aquellos que habían sido elegidos sobre el día, hora y lugar del embarque, que solía cambiar para no levantar sospechas. La famosa lista era bien conocida por los habitantes, y no se hablaba de otra cosa cuando corría la voz de que el General estaba recibiendo más recursos que de costumbre.

A Isabel Solís no le hacía falta que le dijeran que figuraba en la lista, pues el mismo General  Brento se lo había asegurado una de las muchas noches que habían pasado juntos los últimos meses. De escasos recursos económicos, como la mayoría de la nación, Isabel era una mujer aun joven, de tez morena y ojos almendrados, que veía pasar los años esperando que su país saliera de aquel régimen dictatorial.

Al principio lo hacía por interés propio, como último recurso para salir del país; pero luego comenzó a cogerle cariño a aquel hombre que, a pesar de su apariencia autoritaria, escondía bajo él a una persona a quien el poder había dejado agotado, que la hacía reír con sus historias de militar y con quien se desahogaba contándole sus preocupaciones. Le confesó la tristeza que le hacía sentir la situación de su gente  y cómo había recurrido a la lista como medida para rescatar a unos pocos del sistema; sistema para el que trabajaba y del que ni él mismo podía liberarse.

El día indicado por Brento, Isabel se presentó en el lugar acordado justo antes del amanecer, donde un guardia y un pequeño grupo de ciudadanos ya habían puesto en marcha el plan de huída.
- ¿Nombre? – preguntó el guardia.
- Isabel Solís – respondió. Aquel hombre comprobó la lista varias veces.
- Tu nombre no está en la lista – gruñó con el ceño fruncido.
-¿Cómo que no está en la lista? Tiene que ser un error. Sé que tengo que estar ahí. – el miedo se empezó a apoderar de su voz.
- No está.  – espetó. El pequeño grupo de nakhees comenzaba a impacientarse, viendo que el sol salía.
- Por favor, compruébelo, es muy importante. Hable con el General si es preciso – dijo nerviosa. Empezó a imaginar lo peor, que el General la había traicionado.
- Déjala ir – la voz del General se oyó tras ellos.


Isabel se giró sorprendida y al mirarlo vio en su rostro una expresión de tristeza. Le sonrió, hizo un gesto con la cabeza y descendió hasta donde la esperaba el barco. Cuando el grupo zarpó, se dio cuenta de que el General Brento seguía observándola desde lo alto de la colina. Nunca supo por qué no la incluyó en la lista, tal y como le había prometido, ni por qué cambió de opinión más tarde y acudió a despedirla. Esperaba que la lista siguiera en funcionamiento para que al menos unos pocos se libraran del régimen. Lo que no sabía es que en cierto modo había engañado al General, pues en el barco ella contaba por dos.

Publicado en el blog de Maclein y Parker

Ecuaciones

Cómo resolver la ecuación de tu mirada,
cómplice, esquiva, ausente, profunda;
de tu sonrisa,
cálida, misteriosa, traviesa, seductora;
de tus manos,
suaves, hirientes, aventureras, curiosas.
No tengo la respuesta para esta ecuación,
ni quiero encontrarla;
me gusta vivir en la incertidumbre
de no saber qué vendrá,
disfrutar del día a día
sin despejar las incógnitas.
No quiero caminos fáciles,
prefiero luchar,
y que me eleves al infinito
de tu máximo exponente,
encontrar nuestro común denominador,
y si algún día,
por x o por y
nos damos cuenta
de que lo nuestro no eran los números,
no te preocupes:

siempre nos quedará la poesía.

Publicado en el blog de Maclein y Parker